Un preludio crepuscular

Tal vez no sea el mejor de los augurios estrenarse en la web con la incómoda sensación de haber titulado a esta modesta bitácora con un nombre que a buen seguro le viene demasiado grande. Recuerda a esos padres que bautizan a sus hijos con nombres ampulosos que asociamos irremediablemente a emperadores magníficos o a héroes invencibles: Pompeyo, Hércules, Cleopatra, Apolo. Los demás, inmunes al hechizo filial, nos preguntamos si ese nombre no oculta unas desmedidas expectativas paternas o si, a la larga, será una carga demasiado pesada para la pobre criatura. 

Y es que, a la manera de aquellos proyectos enciclopédicos medievales que pretendían encerrar todos los saberes en una obra magna, nuestra, insisto, modesta bitácora ha tenido el atrevimiento de llamarse desde su primer día Summa, título que, con esta primera y única entrada de presentación, resulta ciertamente ridículo.

Así que el título de este blog no debe verse a día de hoy como una descripción sino, más bien, como una aspiración. Tan sólo la perseverancia hará crecer nuestra criatura hasta hacerla acreedora de semejante apelativo o, cuanto menos, a llenar un poco más las inmensas hechuras de su traje. Al fin y al cabo, ésta ha debido ser una incomodidad común por la que han transitado cuantos han empeñado su talento en un proyecto de estas características, porque ¿en qué momento un proyecto enciclopédico merece llamarse Enciclopedia?¿Cuándo los saberes suman lo suficiente como para transformarse en Summa?

Aunque bien mirado, puede que esta bitácora jamás llegue a parecerse a una enciclopedia, una summa o cualquier clase de compendio sistemático... salvando las distancias, tiene todas las de acabar compartiendo la imagen anárquica de aquellos gabinetes de curiosidades que florecieron en las cortes humanistas de los siglos XVI y XVII al socaire de las grandes expediciones, y crecieron con los botines y obsequios de quienes se aventuraban a explorar el nuevo mundo. Poco importaban la naturaleza de los objetos que aquellas estrambóticas colecciones atesoraban, tanto daba si eran fósiles marinos, tortugas de Borneo, helechos tropicales o tallas africanas... todos aquellos objetos heterogéneos apenas compartían un único rasgo común: eran capaces de despertar la curiosidad y fascinación de cuantos los observaban.


Con idénticas intenciones arrancamos este proyecto, con la salvedad de que los tesoros que albergará este improbable gabinete virtual deberán cumplir con una segunda condición: la de pertenecer al reino de la noche, bien porque la habiten o porque la evoquen.

 Si el entusiasmo no decae y la voluntad no falla a lo largo de los próximos meses, desde estas páginas exploraremos la noche como antaño se exploraba el ancho mundo: en esta summa indisciplinada todos los saberes tendrán cabida: arte, literatura, ciencia, religión, antropología, serán invocados para aproximarnos a un fenómeno, la noche, con la que actualmente mantenemos la clásica relación de matrimonio carcomido por la rutina; y es que a fuerza de experimentarla cotidianamente hemos olvidado cuanto hay de fascinante en ella:  su naturaleza y su influjo, su historia íntima y secreta, su huella en la historia y en la cultura... pues la noche no es tan sólo una cualidad atmosférica, es también una condición fisiológica, un espacio psicológico, un universo simbólico y estético... 

...y nosotros, improbables expedicionarios de sofá y biblioteca, nos disponemos a adentrarnos en sus dominios, para iluminarla o para experimentar el turbador escalofrío de recorrerla a tientas.

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